viernes, 16 de marzo de 2007

Crónicas de San José de Las Matas, de Piero Espinal Estévez (*)

Edwin Espinal Hernández
Académico Correspondiente Nacional de la Academia Dominicana de La Historia

El tener raíces materas ha influido mucho en mi entusiasmo por esta obra que el buen amigo Piero Espinal Estévez me ha honrado en prologar. Anazario Collado Báez y Ramona Adames Collado, padres de mi tatarabuela María Altagracia Collado Adames de Díaz, casaron el 7 de enero de 1863 en San José de Las Matas, donde también nacieron mis tíos abuelos Aníbal Antonio, Blanca Leonor y Domingo Gustavo Pichardo Hernández en 1906, 1907 y 1909, respectivamente, cuando residía allí mi bisabuelo Juan Aníbal Pichardo Valerio, quien llegó a ocupar la presidencia de su Ayuntamiento en 1911. Por demás, mi tatarabuelo Domingo Miguel Pichardo Román formó parte de la comisión que en 1884 determinó los límites territoriales entre San José de Las Matas y Jánico, cuestión que mantuvo en disputa a ambas comunes desde la erección de la última en puesto cantonal en 1875 y que renacería con su elevación a común en 1881.

La investigación histórica ha sido la contrapartida del ejercicio de Piero Espinal Estévez como médico general. Y resulta explicable que sus preocupaciones intelectuales se hayan expresado en el estudio de la conformación de esta comunidad: sus ascendientes Francisco Estévez, Carlos, José y Antonio Espinal figuran entre los firmantes de la instancia que suscribieron los habitantes del “Partido de Las Matas” el 29 de agosto de 1810, requiriendo autorización para fundar “una Villa de españoles con Cabildo”.

Este libro es fruto de un esfuerzo que ha durado años, producto de la localización de documentos en legajos notariales, municipales y parroquiales de San José de Las Matas, periódicos de Santiago y revistas de Santo Domingo, así como de datos a partir de entrevistas a personas vinculadas con aspectos del proceso histórico del municipio. Tal variedad de fuentes permite interpretar líneas dominantes de la formación del espacio local de San José de Las Matas y su selección por el autor revela su compromiso de proveer marcos históricos referenciales que contribuyan a restaurar la identidad perdida de su pueblo.

La investigación se ha plasmado en la articulación de una síntesis de documentos referida a diferentes áreas de la historia de San José de Las Matas, desde el tránsito de su vida aldeana como parroquia, común y comandancia de armas en el siglo XIX hasta su consolidación como común y luego como municipio en el siglo XX, y tiende a ofrecer una aproximación global de la vida social. El material compilado – sobre el que el autor, sin embargo, no plantea exposiciones interpretativas - pone de relieve la dimensión local de aspectos políticos, sociales y económicos del devenir nacional. Basta señalar las reseñas referidas a la construcción de las carreteras Santiago-San José de Las Matas y San José de Las Matas-Jánico y a la escogencia de la población como sede temporal del Poder Ejecutivo por Rafael Leonidas Trujillo en 1932, las cuales permiten la intelección de los procesos de control territorial y político desarrollados en una zona que había sido foco de rebeliones y resistencia a su régimen.

El documento que introduce este volumen, la instancia dirigida por los pobladores del “Partido de Las Matas” el 29 de agosto de 1810 a las autoridades de la colonia, solicitando autorización para la fundación de una villa capitular, nos llama la atención porque su lectura deja al descubierto dos claves importantes. En primer lugar, queda claro que la población fue objeto entonces de una refundación “en el paraje mismo de la Hermita”, emplazamiento donde llegó a contar con una iglesia que se había destruido “por las calamidades de estos tiempos pasados” y cuyos habitantes se comunicaban con Santiago a través de un “camino dilatado”, cuyo tránsito debía salvar tres ríos. En segundo orden, revela que la población de San José de Las Matas fue un grupo cerrado, caracterizado por la endogamia: sus más de dos mil habitantes para entonces eran “criollos o enlasados con criollos, mediante los vínculos estrechos de relaciones del parentesco y matrimonio”.

Su localización profunda en las estribaciones de la Cordillera Central, alejada de otros asentamientos humanos de importancia, explica la unión entre personas descendientes de parientes comunes en varias generaciones, lo que al mismo tiempo permite valorar como atendible y razonable la explicación de su origen a partir de la nucleación en La Sierra de pobladores de las ciudades de la banda Norte de la isla devastadas por el gobernador Antonio de Osorio en 1605 y 1606. El conglomerado humano que le dio origen se constituiría primero en un pueblo y posteriormente en una de las cinco parroquias del Partido de Santiago, denominación que tenía al momento del Tratado de Basilea en 1795.

No obstante, se desconoce si las condicionantes físicas y poblacionales que permitirían aquella transición se produjeron en el siglo XVII, pero lo cierto es que el siglo XVIII es al que podemos remontar las referencias más antiguas de habitabilidad. En la declaración que hicieron Anazario Collado Báez y Ramona Collado Adames ante el Pbro. José Eugenio Espinosa el 13 de diciembre de 1862 en San José de Las Matas para obtener la dispensa eclesiástica exigida a fin de contraer matrimonio dada su consanguinidad, ambos dijeron contar con 23 años de edad y remontaron su ascendencia, el primero hasta su bisabuelo y la segunda hasta su abuelo, ambos hermanos, hijos de padres desconocidos. Si hacemos aplicación de la constante genealógica que marca en treinta años, más o menos, el desenvolvimiento de una generación, podemos señalar que, al menos el apellido Collado, ya estaba presente en la zona para 1719.

La altiplanicie serrana donde fue emplazada San José de Las Matas limitaba por el Oeste con el río Mao, de donde su territorio resultaba un paso montañoso entre el Cibao y la Línea Noroeste, conectando especialmente con las poblaciones de Guaraguanó, Sabaneta y Guayubín, últimas estas de las que distaba 26 leguas. Esa condición estratégica quedó en evidencia con la visita que hicieron delegados de la Junta Provisional Gubernativa y la municipalidad de Santiago el 10 de marzo de 1844 para obtener, en la persona de su corregidor y el comandante de la plaza, entre otras personas notables, la adhesión de la población a la separación de Haití. Por su vital enclave orográfico, su pronunciamiento resultaba sin dudas determinante para la defensa del territorio de la naciente República Dominicana. En efecto, a partir de ese hecho y como lo revelan los documentos que figuran en el tomo uno de esta obra, se erigió en sede del reclutamiento de hombres y punto de aprovisionamiento de animales, comestibles, armas, municiones y recursos económicos para el despliegue de las acciones tácticas que desarrolló nuestro naciente ejército en lugares de la Línea Noroeste ante el avance de las tropas haitianas hacia Santiago, donde finalmente se batieron el 30 de marzo de 1844. No es de extrañar pues que en julio de 1844 fuera elevada a la condición de común del Departamento de Santiago.

Esta categorización territorial condujo a que pasara a tener como secciones tributarias sitios, vecindarios y hatos que quedaron bajo el influjo de sus autoridades, incluso en lo referente a los actos de la vida civil de sus habitantes. Así lo constata el hecho de que los ciudadanos Antonio Rodríguez, habitante de La Ciénaga y Manuel Hernández, residente en el hato de Gurabo – Manuel de Jesús Hernández Tavares, uno de mis tatarabuelos – tuvieran que trasladarse a San José de Las Matas el 26 de junio de 1847 para formalizar por ante el primer regidor del Ayuntamiento en funciones de notario público la venta que el primero hizo al segundo de unos terrenos en Bojucal. El correspondiente acto de venta lo reproduce Espinal Estévez en la sección de documentos notariales del tomo uno.

Para conocer su configuración como espacio rural revestido de aspectos urbanos, es menester estudiar las noticias aparecidas en la prensa y que sobre este tema empiezan a aparecer a partir de 1881. Para entonces resaltaban una aguada que servía para surtir a la población, un cementerio cercado con su correspondiente puerta y una iglesia que había sido recién techada con tejas fabricadas en un tejar local y que un año después sería afectada en su fachada por un rayo. El templo se repararía en 1885, gracias a la actividad del Pbro. Manuel de Jesús Moscoso, sustituto del polémico párroco Tomás López y el cementerio, “cercado de malas tablas, derruído por trechos”, sería reconstruido con los fondos generados por una lotería fundada por un grupo de vecinos apoyados por el Ayuntamiento y el Pbro. Moscoso.

Es de notar que, a partir de la última década del siglo XIX, la población adquirió fama por su clima, con lo que se convirtió en un lugar muy concurrido por personas enfermas de las vías respiratorias, que establecieron allí residencias temporales o definitivas, a pesar de que el camino que la conectaba con Santiago todavía no era accesible al tránsito de coches.
Para 1901, un articulista de El Constitucional valoraba el pueblo como “pintoresco, con su marco de montañas cuajadas de pinos, su templo antiquísimo techado con tejas rojas de canal y una porción de casitas cubiertas las más de hierro” (El Constitucional, 8 junio 1901). La Arcadia dominicana, como dio en llamarle el periódico santiagués El Diario, empezaría vería transformar ese perfil a partir de entonces con su conexión telefónica con Santiago (1901), la instalación de la fábrica de sillas serranas de los señores Contreras y Espinal y el aserradero San José de los hermanos Estrella en Paralimón (1901), la renovación del cementerio (1902), la aparición de sociedades cívicas como la Luz del Porvenir (1902), la Esperanza (1902) y La Unión Industrial (1908); la reconstrucción de la iglesia, iniciada en 1902 y bendecida en 1907; el establecimiento de baños de ducha surtidos por un pozo, por parte de Jesús Contreras (1905); la creación de una academia de música, dirigida por Manuel Feliú (1908); el inicio de la construcción del parque (1908) y la construcción de la carretera Santiago-San José de Las Matas a partir de 1913.
La presente compilación está llamada a constituir una fuente de primera mano para aquellos que decidan abordar la historia de San José de Las Matas con una interpretación crítica, ausente hasta ahora en las publicaciones que en el ámbito de la historia local se han producido sobre la más antigua demarcación de la provincia de Santiago. Rafael Emilio Yunén, en su discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Historia, propone justamente la interpretación crítica de lo local, con perspectivas que superen lo meramente político, lo social o lo económico, como una temática contemporánea llena de significados relevantes para pautar los contenidos y sentidos de la investigación histórica en el país. “Posiblemente” – señala este autor – “no exista en estos tiempos de globalización algún otro tema mejor que el desarrollo local para abordar la forma de inserción en los procesos globales y la forma de defensa de las identidades” (Yunén: 2005: 17).
Una de las normas que rigen la divulgación de una investigación es aquella que establece que la publicación de la documentación reunida debe realizarse cuando su contenido “signifique un aporte, cuando el conocimiento que se va a transmitir es mayor al que ya existe” (Chez Checo, José: 1995: 22). Fiel a este principio, Piero Espinal Estévez ha publicado en el momento en que ha debido hacerlo, tras rastrear y recopilar por largo tiempo noticias y testimonios y cuando, después de haberlas analizado, entendió que su difusión pública resultaba en provecho de la bibliografía dominicana.


(*) Presentación en el Centro León el 29 de agosto de 2006.

Alianza cibaeña entrega premio a Osvaldo Brugal

Mythos, Santiago.- El escritor Luis Córdoba acaba de estrenarse como nuevo presidente de la Sociedad Alianza Cibaeña al presidir (junto al saliente incumbente, Agustín Vásquez) el acto de entrega del prestigioso premio “Eugenio Deschamps”, a don Osvaldo Brugal Limardo, un prestigioso empresario que ha consagrado su vida al apoyo incondicional al arte y a la cultura.
Durante su gestión, Luis Córdoba pondrá en práctica grandes iniciativas a favor de las actividades literarias, como ha demostrado en su exitoso paso por diversas instituciones de Santiago, donde ha dejado algo más que su huella creativa.

Con la distinción a Osvaldo Brugal, la ciudad de Santiago demuestra su vocación de honrar a un hombre de trabajo que ha consagrado su vida a sus empresas, a su familia y a servir a su comunidad. Es un hombre quien lo ha dado todo en pos de su país sin pedir nada a cambio.
El premio “Eugenio Deschamps” que desde 1984 otorga cada año la Sociedad Alianza Cibaeña es uno de los más prestigiosos del país y está destinado a resaltar a una personalidad o institución que se destaca en el apoyo de las diversas manifestaciones culturales, científicas y artísticas del país.

María Aybar triunfa en Buenos Aires

La pintora dominica María Aybar regresó de Buenos Aires, donde expuso su obra en prestigiosas galerías de esa ciudad y fue elogiada por importantes criticos y estudiosos de las artes visuales rioplatenses. A continuación se incluyen algunas de estas consideraciones.

I
Deambulando por las galaerías de Buenos Aires
Alfredo Cernadas (traduc. Del inglés, Adolfo Valenzuela)
María Aybar nació en República Dominicana y estudió arquitectura. Ciertamente, lo muestra ens us pinturas, sobre las cuales ha vertido la exuberancia del trópico, pero en gráficas rigurosamente organizadas. Sin embargo, hay un elemento eslávico, intrigante en su trabajo, el cual, paradójicamente, agrega a la exuberancia de sus obras. Aybar usa hojas doradas en la mayoría de su producción. Por lo menos, en lo que se presenta en esta exhibición.
También hay cierto aire ingenuo (naive) en su perspectiva. Perto también juega con el cubismo en las formas fragmentadas de los paisajes y las formas imprecisas de los objetos.
Siendo una artista versátil, Aybar aborda una amplia variedad de temas con iguales resultados: naturalezas muertas, desnudos, flores, paisajes, imágenes religiosas.. Y, por si fuera poco, también es un artista de muchos logros en retratos, donde captura asombrosamente el alma interior de sus sujetos, con vívidos resultados.

II
La obra de María Aybar
César Magrini
Escritor y Crítico de Arte
Buenos Aires.- Pintura rica en ingenuidad, y también notable en sabiduría, la de esta artista dominicana, lejana sólo en lo geográfico, es de una pureza genuina que impresiona por igual a los sentidos y a los sentimientos. Sus temas, recurrentes en lo que respecta a su sensibilidad, han sido trabajados dando al diseño ese tabicado a lo Rouault que es emblema de los fuertes de espíritu: sus gruesas líneas separan pero también armonizan los distintos elementos de la composición, con la hermosísima y reiterada presencia de una zona fulgurante, a la que la creadora da el sugestivo nombre de “pan de oro”, testimonio de un nexo entre los diversos cuadros que han brotado de su inspiración, en una feliz vertiente artística que, lejos de agotarse, se renueva y esplende cada vez más, en esta sosegada fiesta del diseño y el color que son todos y cada uno de sus tan seductores cuadros.

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III
Un lenguaje cultural
Raúl Vera Trampi
Dentro del panorama de la pintura latinoamericana contemporánea, no han sido frecuentes aquí los exponentes de la República Dominicana. Se han visto recientemente algunos envíos que no alcanzan para conceptuar un preciso enfoque de tendencias y estilos.

De todos modos es lícito, asociar las características tropicales de ese país con una voluptuosidad o una colorística exuberante o al menos de contornos donde lo sensual tenga una generosa acogida.
En la pintura de María Aybar, nacida en la ciudad de San Pedro de Macorís, se pueden encauzar virtualmente varias de estas afluencias que, con coherencia profesional, la artista utiliza según la temática elegida.

Si quisiéramos “catalogar” su arte, nos encontraríamos en una difícil situación ya que pienso que no se puede clasificar una vertiente creadora de tan variado pensamiento y virtudes. Soy contrario a cualquier tipo de encasillamiento, pero con María Aybar resulta además imposible encadenar su inagotable inspiración a ninguna escuela o moda. ¿Acaso el espíritu puede ser enfrascado y otorgársele un eslogan como si fuera un producto comercial?

Me impresionan, en primer lugar, sus dibujos frondosos, de una armonía rítmica elocuente y que yo diría, arman su mejor concepción ideológica desde el punto de vista de una conjunción geográfica e intelectual. Allí se encuentran todos esos duendes que nos marcan el territorio más prolífico que lo sueños, de la vigilia y ¿por qué de las fantasías especulativas, donde según la aguda acotación del crítico León David, se sugiere “el caos inicial de la creación”.

Esa mística Venus Afrodita Sisebuta, hija del trópico, encarna visualmente la fecunda maraña vivencial de la naturaleza, asumida poéticamente en la serie que, no sin su dosis de humor osado, encara la artista. Me parece crucial a este punto reivindicar la procedencia dibujística de esta notable faceta de María Aybar, porque en el consenso de las obras actuales se deja ver una lamentable ausencia del dominio indispensable de esta disciplina, alimento y soporte de tantas obras maestras del arte a través de los años.

Ello le permite a María Aybar incursionar con igual probidad por el paisaje urbano, con destellos metafísicos y de rigurosa construcción o por sus bodegones, ya sean los mismos de una estructura casi clásica o con sintéticas formas voluptuosa imagen frutal, quizás parientes mediáticos de sus figuras femeninas de tan similares sensualidades.

En esta retrospectiva que genera la avidez de querer descubrir más obra de la pintora dominicana, pese a vernos ceñidos a un número limitado de sus trabajos, podemos perfectamente ubicar el grado de idoneidad y, lo que es más importante, la intensidad creativa que anima todos los senderos “que se bifurcan”, remedando a Jorge Luis Borges, como un jardín infinito.

Esta ductilidad de María Aybar me hace recordar a otro Borges latinoamericano, Jacobo Borges, el venezolano, por esa constante de un movimiento perpetuo orientado en función de un instinto creativo como norte indeclinable de su producción.

Fuera de los dictados tiránicos de las modas de hoy en día o en los postulados comerciales de fría ecualización, la apuesta del artista es el compromiso férreo con su arte que es decir con su vida, su garantía de autenticidad.

Borges relata muerte de Pedro Henríquez Ureña

(León David nos hizo llegar esta colaboración de la Embajada Dominicana en Buenos Aires)

Myithos Buenos Aires.- La Universidad Nacional de la Plata en Argentina, declaró “Profesor Ilustre” a don Pedro Henriquez Ureña, en el acto organizado por la Embajada Dominicana en Buenos Aires, para conmemorar el 122 aniversario del natalicio de quien fuera profesor del “Colegio Nacional de la Plata Rafael Hernández”. En dicho acto la encargada del departamento de literatura de la universidad honró la memoria del intelectual dominicano con la lectura de un relato fantástico que escribiera Jorge Luis Borges en memoria de Henriquez Ureña. En este relato Borges dice lo siguiente:

“El sueño de Pedro Henriquez Ureña”

El sueño que Pedro Henriquez Ureña tuvo en el alba de uno de los días de 1946 curiosamente no constaba de imágenes sino de pausadas palabras. La voz que las decía no era la suya pero se parecía a la suya. El tono, pese a las posibilidades patéticas que el tema permitiría, era impersonal y común. Durante el sueño que, fue breve. Pero sabía que estaba durmiendo en su cuarto y que su mujer estaba a su lado. En la oscuridad el sueño le dijo:

Hará unas cuantas noches, en una esquina de la calle Córdoba, discutiste con Borges la invocación del Anónimo Sevillano Oh Muerte, ven callada como sueles venir en la saeta. Sospecharon que era el eco deliberado de algún texto latino, ya que esas traslaciones correspondían a los hábitos de una época, del todo ajena a nuestro concepto de plagio, sin duda menos literario que comercial. Lo que no sospecharon, lo que no podían sospechar, es que el diálogo era profético.

Dentro de unas horas, te apresurarás por el último andén de Constitución, para dictar tu clase en la Universidad de la Plata. Alcanzarás el tren, pondrás la cartera en la red y te acomodarás en tu asiento, junto a la ventanilla. Alguien cuyo nombre no sé pero cuya cara estoy viendo, te dirigirá unas palabras. No le contestarás porque estarás muerto. Ya te habrás despedido como siempre de tu mujer y de tus hijas. No recordarás este sueño porque tu olvido es necesario para que se cumplan los hechos.

Dicha actividad contó con la presencia de la delegación diplomática dominicana encabezada por el Embajador dominicano Rafael Calventi, su esposa Maybé Sánchez de Calventi, Doña Sonia Henriquez Ureña, hija del fenecido intelectual y humanista dominicano, altos representantes del Cuerpo Directivo de la Universidad de la Plata, profesores y una multitud de estudiantes.

Con la presencia de la prensa argentina en el concurrido evento, que contribuyó a alimentar los lazos de confraternidad de ambos países, el Embajador Calventi declaró de suma importancia esta actividad para conmemorar a Don Pedro Henriquez Ureña, señalando, entre otras importantes cosas, que la significación intelectual del eminente crítico y estudioso dominicano era tan ampliamente aceptada que el famoso escritor Jorge Luis Borges, a quien Henriquez Ureña distinguió con su amistad, dejó escritas algunas célebres páginas sobre su vida y obra, a parte de que figuras del relieve universal de Ernesto Sábato y René Favaloro fueron alumnos y admiradores del maestro antillano y el último inclusive escribió un libro sobre la influencia del maestro en su labor académica.

Doña Sonia Henriquez Ureña, al recibir copia de la resolución decreto que declara “Profesor Ilustre” al insigne maestro y del legajo personal de su padre, dijo con evidente satisfacción y muy emocionada: “Con esto, se cierra una ciclo de la historia de mi padre”.

Buenos Aires, 18 de julio del 2006.

Memoria de la sangre

Luis Martin Gómez

Lo recuerdas, Martínez Martínez, aunque no quieras recordarlo, la mancha de sopa en el mantel te trae a la mente una imagen borrosa que se va aclarando poco a poco, como le sucedía a los televisores de los setentas mientras se les calentaban los tubos, es un charco, me dices con tu boca sin dientes y llegas a la Correa y Cidrón con Alma Mater, hay basura esparcida y neumáticos ardiendo, huele a gas lacrimógeno pero no te molesta, por el contrario, ese olor te pone en ambiente, te ayuda a meterte en tu personaje, habías dado la orden de no disparar, es cierto, pero tus muchachos se pusieron nerviosos con las pedreas y consignas, y ahí estaba, pantalón jean y tenis Campeón navegando en un río escarlata, no le miras el rostro, habías decidido no hacerlo para evitar las pesadillas, pero empleas un buen tiempo observando el charco, es un charco, repites temblándote el labio inferior en el que la emoción garabatea una mueca de temor porque has logrado recordar algo, tiene forma de pez, dices y dibujas en el aire lo que yo supongo son aletas, ¿de pez, eh?, pregunto mientras una de las monjitas del asilo te acomoda el babero para que la sopa no caiga esta vez sobre tu pijama azul desteñido que te hace ver a la vez tierno y abandonado, quién lo diría, Martínez Martínez, terminar tus días apaciblemente después de tanta tropelía, sin que nadie te reclame nada, aunque al mismo tiempo, qué pena verte llegar al ocaso olvidado por tus jefes y subalternos, tú, el hombre fuerte que rompió decenas de huelgas para defender al gobierno elegido mediante fraude electoral, el que hacía desaparecer a los revolucionarios que amenazaban la democracia que no toleraba disentir, el que no se dejaba ablandar por las súplicas de las madres de los estudiantes para que les devolvieras a sus hijos con vida, las monjitas se acercan para decirme que debo dejarte descansar, en verdad te ves desencajado, Martínez Martínez, de repente tu rostro ha perdido la paz del alzaimer, tu expresión refleja un tormento creciente porque empiezas a encontrar escenas perdidas, como aquella de los jóvenes que pintaban un letrero en la pared de la Independencia con Gómez, tus muchachos los cazaron desde los vehículos policiales sin siquiera hacerles la advertencia de rigor, uno de los asesinados por poco te tumba del puesto, recuerdas, antes de morir empleó sus últimas fuerzas para escribir con su propia sangre abajo balag, frase inconclusa y sin embargo completa que fue foto de primera página en los periódicos del día siguiente, el viejito te mandó a buscar y te rellenó como a un pavo, tuviste que prometerle acciones más contundentes contra esos comunistas, usted verá, su excelencia, los voy a freir en su propia salsa, y no le fallaste, Martinez Martinez, en menos de un año borraste del mapa a decenas de jóvenes sólo porque te parecieron sospechosos, ni siquiera se te salvó la esposa embarazada del sindicalista que logró burlar el cerco que le tendieron tus muchachos, qué rabia te dio que ese agitador de poca monta dejara a tus muchachos con ganas de disparar, entonces te desquitaste con su mujer, por supuesto que nadie creyó la fantástica historia que contaste a los medios de comunicación esa noche, ella fingió estar de parto para distraer la atención de mis agentes mientras el esposo se escapaba por la puerta trasera, la apresamos por complicidad, pero durante el arresto se produjo un forcejeo que provocó que a uno de los policías se le disparara accidentalmente el arma, lo recuerdas, Martínez Martínez, aunque no quieras recordarlo, la mujer te suplicó ayuda, no tanto para ella sino para el bebé que nacería dentro de pocas semanas, pero te quedaste mirándola como a un animal, como a una perra preñada atropellada por un automóvil y abandonada en la carretera, el hilo rojo salía del centro de su vientre y dibujaba un ave en el piso de la sala donde estaba tirada, es una paloma, me dices e intentas sujetarla manoteando ante los rostros de las monjitas que me exigen suspender inmediatamente la entrevista, le agradecemos que quiera ayudarnos con un reportaje para motivar a los donantes a enviar más fondos al asilo pero eso no le da derecho a molestar a nuestros pacientes, parece que no saben quién eres, Martínez Martínez, o mejor dicho, quién fuiste, yo sí te conozco, viví esa época de terror, reporté muchos de tus asesinatos hasta que tus presiones al dueño del periódico provocaron que primero censuraran mis trabajos y que luego perdiera mi empleo, después, cuando el asedio a la prensa se hizo insoportable, me refugié en organizaciones no gubernamentales para pasar desapercibido, no puedo olvidarlo pero por las noches, concluida la jornada de construcción de una escuela rural o la instalación de un acueducto comunitario, me invadía un sentimiento de culpa por permanecer semioculto mientras otros colegas pagaban con prisión, exilio o la muerte tu intolerancia, a veces me entraban ganas de abandonar mi escondite e ir hasta la radio provincial más cercana para denunciar tus crímenes, o al menos alquilar una guagüita anunciadora para condenar por el megáfono el baño de sangre que estabas provocando, pero no pude, estaba tan asustado que ni siquiera me atreví a colaborar con el grupo que me propuso distribuir pasquines clandestinamente, me consolaba intentando convencerme de que pronto pasaría todo y que rendiría un mejor servicio al país colaborando con instituciones no lucrativas, sin ser religioso ingresé a la pastoral social de la iglesia católica, sin ser ecologista me incorporé a los grupos ambientalistas que luchaban por la protección de los bosques, me ocupaba en tantas cosas diversas que apenas me quedaba tiempo para mí mismo, ahora que lo pienso, creo que era una manera de aturdirme, de tomar distancia de lo que estaba sucediendo, de evadir mi responsabilidad como periodista, me es imposible olvidar que llegué al extremo de evitar el contacto con algunos colegas que estaban señalados como enemigos del régimen y a los que volví a ver sólo por los periódicos, acribillados, o en fotos de archivo calzadas con el título Desaparecidos, o en el mejor de los casos, en el patio de la cárcel de la Victoria, enfermos, agotados por las torturas, así fue como sobreviví esos doce años, Martínez Martínez, en el anonimato, camuflado como un maríapalitos, después, como lo calculé, pasó todo, el nuevo gobierno decretó un borrón y cuenta nueva que me devolvió gradualmente al periodismo, pero no ya a la crónica política o a los asuntos policiales, sino al más apacible tema de sociales, esa componenda política también te premió a ti con una reincersión social sin traumas, aupada por los nuevos grupos económicos a los que convenía la paz disimulada, empecé a hacer reportares sobre tardes de té benéfico y cócteles conmemorativos en los que aparecías compartiendo despreocupadamente con damas rubicundas ataviadas con pamelas de flores y lentejuelas, no puedo olvidar, y cómo me duele, el reportaje que te dediqué cuando la Asociación de Esposas de Militares te premió como Hombre del Año por tu desinteresado apoyo al hogar de niños huérfanos Doña Edna, ni el otro que escribí sobre el reconocimiento que te hiciera el Congreso de la República por tus aportes fundamentales a la construcción de la democracia dominicana, después te perdí el rastro, Martínez Martínez, la misma sociedad que te subió al pedestal del prestigio social te fue ignorando poco a poco como al adorno costoso que sabemos que está en la sala pero al que nadie mira porque ya no es novedad, los premios y reconocimientos despertaron el celo de los militares emergentes que temieron tu reincorporación a las filas y tu posible designación en un puesto directivo, y así te fuiste perdiendo entre ausencias y olvidos, y mira dónde te he vuelto a encontrar, en un asilo de ancianos dirigido por monjitas que ahora me piden que no te moleste, que te deje tranquilo, que no altere la paz que no te mereces, quisiera aprovechar la ocasión para reivindicar mi cobardía estrangulándote con estas manos que no se atrevieron a escribir en tu contra, pero no puedo, Martínez Martínez; apago mi grabador, cierro mi cuaderno de notas, miro al suelo y veo un charco, es un charco, te digo, es un charco, repites, y miramos las consignas escritas con sangre que van apareciendo en las paredes, las gotas de sangre que empiezan a caer desde el techo, los chorros de sangre que penetran por las ventanas formando un río colorao que anega tu memoria y la mía, que nos ahoga en recuerdos.


Luis Martin Gómez, Santo Domingo, 1962. Periodista. Premio Nacional de Literatura Infantil, 2003; Primer Lugar en el Concurso de Cuento Virgilio Díaz Grullón, 2002; Premio Nacional de Cuento, 1999; Primer Lugar en el Concurso de Cuento Radio Santa Maria, 1995. Ha publicado: Mamá, a aquella caracola le está naciendo un mar, 2004; La destrucción de la muralla china, 2003; Juke-box di sogni (Vellonera de sueños), 2002; y Dialecto, 1999. Cuentos suyos han sido incluídos en antologías de Italia, España, Bulgaria, Bélgica, Cuba y República Dominicana.

Cuando la poesía nos une

Taty Hernández Durán


Con la idea de que la poesía es la más pura de las artes y en búsqueda de que este género de creación sirva de elemento unificador entre sus adeptos, se celebró el fin de semana comprendido entre el 25 y el 27 de agosto pasados la gran fiesta de la poesía dominicana: El IV Festival de Poesía en la Montaña Jarabacoa 2006.

Los organizadores del evento, que viene realizándose desde el año 2001 en este municipio montañés, originalmente invitábamos a unos cuantos amigos y amigas para que viniesen a compartir sus propuestas poéticas entre los pinares de la isla.

La voz dispersó la información de que cada año la montaña servía de espacio para los versos y la multitud quiso sumarse al grado de que para esta reciente versión asistieron alrededor de 100 poetas quienes por dos días compartieron en un ambiente de camaradería y amistad. A estos se sumaron los habitantes del municipio y cerca de 200 visitantes ocasionales que quisieron disfrutar y conocer al que se le considera el evento poético más relevante del país.

Las acciones superaron los objetivos trazados que se cumplieron enmarcados en un espíritu humano y sirvieron de punto de enlace para futuras relaciones de solidaridad tomando como base fundamental un programa en donde la poesía era el eje que guiaba los diversos encuentros distribuidos en recitales, conversatorios y por sobre todo en la recreación de las diversas temáticas, tratadas por los creadores, que versan desde la naturaleza, la cotidianidad y lo urbano hasta el pensamiento filosófico y el amor.

Este programa integró la creación de un vaso comunicante convertido en cadáver exquisito, la música y el cine con la realización de un encuentro de jóvenes y adultos escritores, un conversatorio sobre los retos del joven escritor con el Secretario de Estado de Cultura Lic. José Rafael Lantigua y un tours ecológico denominado "Los poetas versifican la montaña". El plato principal del evento fueron, entre otros, el performance “Salvation Army” de Rey Andújar, el recital de los novísimos de la poesía dominicana Homero Pumarol, Frank Báez y Gregorio Espinal y un Recital de Alta Poesía Dominicana en la Montaña, donde se escucharon textos de José Mármol, Ángela Hernández, Pedro Antonio Valdez, José Rafael Lantigua, Marivell Contreras, Fernando Cabrera, Noé Zayas, Mateo Morrison, Alexis Gómez Rosa, Basilio Belliard, León Félix Batista, Manuel Llibre Otero, Rannel Báez, Tomás Castro.

El IV Festival de Poesía en la Montaña Jarabacoa 2006 nos ha dejado un reto a partir de su realización. Un reto que nos lleva a pensar en su institucionalización, en su posible internacionalización y en acoger las diversas sugerencias de los asistentes a esta cuarta versión quienes desean continuar escuchándose sobre este fondo de verdes prominencias que es Jarabacoa, hacer mini talleres dentro del festival, propiciar un concurso que motive a los escritores de la montaña y a los asistentes al evento, editar una antología cuyo único criterio sea haber leído poemas en los espacios de voces poéticas, dejar más libertad a los poetas jóvenes y de ayer que abrazan los principios éticos y morales para que expongan su trabajo con naturalidad y sumar otras expresiones de las artes como la música y la plástica a esta gran fiesta de la creación.

Poemas de la Montaña
Piedra

Sentir la roca de tus manos
sedientas de vida.
Apartar el río que se desliza
en mí, torrente frío.
Esconder la puerta,
cubrirme de niebla

Te ablandas…

No! Imposible!

No eres más que piedra:
te desintegras,
te vuelves polvo

Intentas; logras vivir otra vez
pero es inútil.

Para mí, no importa cuantas formas tomes;
no eres más que piedra hecha polvo
que se une y desintegra
una y otra vez

(Tanya Badía, Jarabacoa)




Cuando no existan las ruinas

Cuando no existan las ruinas
no seremos cenizas,
tampoco archipiélagos.
No habrá caballitos de mar
aleteando en la arena.
Quedarán los deseos perennes
de sentarnos frente al Mar de Galilea.Nuestro espíritu buscará ansioso los laberintos
por donde Safo delineaba sus versos.Cuando no existan las ruinas
volveremos a ser piedras.
Trasladaremos las palabras
más allá del minutero. Volveremos a ser
ninfas, dioses o sirenas,
y se nos atragantarán las emociones
que nunca expandimos en el rugir del viento.Buscaremos exóticos objetos
que nos traigan los recuerdos de haber sido entes de constelaciones ya idas.Cuando no existan las ruinas
desaparecerán los corredores.
Ya nunca más veremos
el solsticio de invierno. La primavera será difusa y, posiblemente, en otros espacios otros
colores poseerán el arco iris.No habrá más gráficos para dibujar
los besos que enlazaron perfiles isotópicos
en nuestras pieles.Cuando no existan las ruinas
habremos abandonado los siglos.
Nuestros pasos transitarán
por la Atlántida o más allá de la guarida
que forjaron aquellos sueños.Habremos sido duendes o danzarines,
quizás hadas que no forjaron cuentos.
Cuando no existan las ruinas
sobornaremos la aurora.
En un manantial resurgirá el río escondido
y antes de desaparecer en la arena
un nido de rocas habrá refugiado su ruido.
Mas que nada seremos nosotros mismos,
los que nunca dejaremos de ser huellas.(Taty Hernández Durán)


Soy

Soy una mujer hambrienta de pieles que cubran mi rostro
Una más en este universo cargado de estrellas

Soy el alba que espera culpable la condena del tiempo
El río que huye de la lluvia
La libertad que se esconde debajo de cada grano de arena.

Soy inverno que se arropa de hojas
Para simular las lágrimas congeladas en el alma
Y los ojos de alguien que escapa de mí.

Soy el néctar de huesos calcinados
De hogueras que resplandecen en la noche
De cuerpos carcomidos por alucinaciones
De rostros que no tienen nombres.

Soy la tierra que abona el silencio
La miel que se diluye en los labios de la noche
La que se embriaga de amores sin estrellas.

Soy una calle sin destino
La lluvia infernal que se revuelca con la luz de unos ojos perdidos
La bestia que aúlla en tus pies
El fuego que congela tus besos.

Así soy una mujer hambrienta de pieles que cubran mi rostro.

(Yilenia Cepeda)