viernes, 16 de marzo de 2007

María Aybar triunfa en Buenos Aires

La pintora dominica María Aybar regresó de Buenos Aires, donde expuso su obra en prestigiosas galerías de esa ciudad y fue elogiada por importantes criticos y estudiosos de las artes visuales rioplatenses. A continuación se incluyen algunas de estas consideraciones.

I
Deambulando por las galaerías de Buenos Aires
Alfredo Cernadas (traduc. Del inglés, Adolfo Valenzuela)
María Aybar nació en República Dominicana y estudió arquitectura. Ciertamente, lo muestra ens us pinturas, sobre las cuales ha vertido la exuberancia del trópico, pero en gráficas rigurosamente organizadas. Sin embargo, hay un elemento eslávico, intrigante en su trabajo, el cual, paradójicamente, agrega a la exuberancia de sus obras. Aybar usa hojas doradas en la mayoría de su producción. Por lo menos, en lo que se presenta en esta exhibición.
También hay cierto aire ingenuo (naive) en su perspectiva. Perto también juega con el cubismo en las formas fragmentadas de los paisajes y las formas imprecisas de los objetos.
Siendo una artista versátil, Aybar aborda una amplia variedad de temas con iguales resultados: naturalezas muertas, desnudos, flores, paisajes, imágenes religiosas.. Y, por si fuera poco, también es un artista de muchos logros en retratos, donde captura asombrosamente el alma interior de sus sujetos, con vívidos resultados.

II
La obra de María Aybar
César Magrini
Escritor y Crítico de Arte
Buenos Aires.- Pintura rica en ingenuidad, y también notable en sabiduría, la de esta artista dominicana, lejana sólo en lo geográfico, es de una pureza genuina que impresiona por igual a los sentidos y a los sentimientos. Sus temas, recurrentes en lo que respecta a su sensibilidad, han sido trabajados dando al diseño ese tabicado a lo Rouault que es emblema de los fuertes de espíritu: sus gruesas líneas separan pero también armonizan los distintos elementos de la composición, con la hermosísima y reiterada presencia de una zona fulgurante, a la que la creadora da el sugestivo nombre de “pan de oro”, testimonio de un nexo entre los diversos cuadros que han brotado de su inspiración, en una feliz vertiente artística que, lejos de agotarse, se renueva y esplende cada vez más, en esta sosegada fiesta del diseño y el color que son todos y cada uno de sus tan seductores cuadros.

............................................
III
Un lenguaje cultural
Raúl Vera Trampi
Dentro del panorama de la pintura latinoamericana contemporánea, no han sido frecuentes aquí los exponentes de la República Dominicana. Se han visto recientemente algunos envíos que no alcanzan para conceptuar un preciso enfoque de tendencias y estilos.

De todos modos es lícito, asociar las características tropicales de ese país con una voluptuosidad o una colorística exuberante o al menos de contornos donde lo sensual tenga una generosa acogida.
En la pintura de María Aybar, nacida en la ciudad de San Pedro de Macorís, se pueden encauzar virtualmente varias de estas afluencias que, con coherencia profesional, la artista utiliza según la temática elegida.

Si quisiéramos “catalogar” su arte, nos encontraríamos en una difícil situación ya que pienso que no se puede clasificar una vertiente creadora de tan variado pensamiento y virtudes. Soy contrario a cualquier tipo de encasillamiento, pero con María Aybar resulta además imposible encadenar su inagotable inspiración a ninguna escuela o moda. ¿Acaso el espíritu puede ser enfrascado y otorgársele un eslogan como si fuera un producto comercial?

Me impresionan, en primer lugar, sus dibujos frondosos, de una armonía rítmica elocuente y que yo diría, arman su mejor concepción ideológica desde el punto de vista de una conjunción geográfica e intelectual. Allí se encuentran todos esos duendes que nos marcan el territorio más prolífico que lo sueños, de la vigilia y ¿por qué de las fantasías especulativas, donde según la aguda acotación del crítico León David, se sugiere “el caos inicial de la creación”.

Esa mística Venus Afrodita Sisebuta, hija del trópico, encarna visualmente la fecunda maraña vivencial de la naturaleza, asumida poéticamente en la serie que, no sin su dosis de humor osado, encara la artista. Me parece crucial a este punto reivindicar la procedencia dibujística de esta notable faceta de María Aybar, porque en el consenso de las obras actuales se deja ver una lamentable ausencia del dominio indispensable de esta disciplina, alimento y soporte de tantas obras maestras del arte a través de los años.

Ello le permite a María Aybar incursionar con igual probidad por el paisaje urbano, con destellos metafísicos y de rigurosa construcción o por sus bodegones, ya sean los mismos de una estructura casi clásica o con sintéticas formas voluptuosa imagen frutal, quizás parientes mediáticos de sus figuras femeninas de tan similares sensualidades.

En esta retrospectiva que genera la avidez de querer descubrir más obra de la pintora dominicana, pese a vernos ceñidos a un número limitado de sus trabajos, podemos perfectamente ubicar el grado de idoneidad y, lo que es más importante, la intensidad creativa que anima todos los senderos “que se bifurcan”, remedando a Jorge Luis Borges, como un jardín infinito.

Esta ductilidad de María Aybar me hace recordar a otro Borges latinoamericano, Jacobo Borges, el venezolano, por esa constante de un movimiento perpetuo orientado en función de un instinto creativo como norte indeclinable de su producción.

Fuera de los dictados tiránicos de las modas de hoy en día o en los postulados comerciales de fría ecualización, la apuesta del artista es el compromiso férreo con su arte que es decir con su vida, su garantía de autenticidad.

No hay comentarios: